Con ojos, brazos y piernas también se puede

Hace un par de días salía de una entrevista de trabajo y fui directo por un cigarrillo para aplacar la angustia (tremenda mentira) mientras salía de la tienda lo prendí y escuché una voz que me dijo: me puede ayudar a cruzar la pista por favor.

Inmediatamente di la vuelta y pude ver a una chica de unos 30 y poco años, con un bastón y lentes oscuros, luego de aterrizar le dije sí claro, la tome del brazo y en estado de shock la dirigí hacia el otro lado de la calle; cuando seguí caminando no pude dejar de pensar en aquella chica, en como sería su vida, en como llegaría a su destino, acaso en cada esquina necesitaría de alguien?

Mientras seguía mi camino pensaba que mis lamentos, pesares y sufrimientos al lado de aquella chica eran venidos a menos, perdían la importancia que yo le he estado dando este último tiempo y hasta me sentí estúpida por haber estado perdiendo mi tiempo dedicándole tantas noches de lágrimas incontrolables y ahogos innecesarios.

Subí al carro con dirección a mi trabajo y miraba todo lo que se cruzaba por mi camino; me sentí dichosa y agradecida de poder usar mis ojos para apreciar las cosas maravillosas de la vida, los niños por la calle, un vendedor de caramelos, unos viejitos que caminaban agarrados de la mano, el sol que de una vez por todas se ha dignado a aparecer a diario, el trafico, mi trabajo, mi computadora, mis compañeros, entre otras mil cosas más que pude ver.

Ese mismo día mi amigo Marco me envió un mail con un testimonio increíble y que aun sigo recordando y espero tener presente todos los días de mi vida.

Por la noche llegué a mi casa, abracé a mi hijo, lo llene de besos (más de los que ya lo tengo acostumbrado) y lloré de felicidad; di gracias a Dios por tener salud, porque mi hijo está sano y puedo usar mis ojos para verlo crecer, mis brazos para abrazarlo y mis piernas para caminar junto a él hasta el último día de mi vida.

Hoy lo demás ya no tiene mayor sentido.