Hasta siempre Cucu

Hoy camino a casa recordé que hace un par de días le di el inmerecido, inesperado y doloroso último adiós a Armando; sólo me quedaban dos cuadras para llegar a casa y de repente me sentí perdida, no sabía hacia donde iba, de donde venía y empecé a cuestionar la vida; en seguida mis pies iban caminando en la dirección correcta y entonces seguí.

Crucé una avenida muy larga y transitada, imprudentemente lo hice por la mitad, pero extrañamente en ese momento no venía ningún auto, caminé lo más lento que pude y en diagonal, tratando así de aplazar el llegar al otro lado de la calle, al mismo tiempo no podía dejar de mirar las líneas en el suelo, como si estas le fueran a dar alguna respuesta a mis cuestionamientos; mi mente aun perdida no puede llegar a comprender que hoy estemos y segundos después simplemente no.

Sin más y sin lograr entender cómo sucedió seguí caminando, mientras tanto trataba de explicarme a mí misma que iba camino a casa y que todo estaba bien, que yo aun estaba viva y que era otro el que ya no; fue entonces que reduje la velocidad en cada paso que daba hasta que me detuve por completo frente al edificio donde vivo, lo miré durante varios minutos pero no lograba asimilar que debía entrar en él, me sentía en un lugar desconocido y perdida en mi memoria, buscando recuerdos que puedan mantener viva una imagen de alguien que ya no lo está.

Después de dar muchas vueltas inútiles en mi cabeza sobre la absurda e inesperada muerte de un ausente y convertido ya en un ex compañero de trabajo, tomé conciencia de donde estaba y me dispuse a entrar, subí las escaleras y caminé hasta mi puerta, me quedé parada esperando que la canción que sonaba sólo en mi mente terminara, para poder finalizar con mi etapa de extravío momentáneo.

Al entrar a casa, mi hijo corre hasta colgarse de mí con sus pequeños brazos y una vez más no puedo borrar de mi mente las lágrimas y el dolor de la madre de Armando, dándole el último adiós a su hijo y sus palabras que hasta ahora retumban en mi corazón como un grito ahogado, diciendo: “El cielo está llorando porque mi hijo a muerto” refiriéndose a la inesperada lluvia del pasado jueves por la tarde en los Jardines de la Paz, es entonces donde empiezo a sentirme dichosa y agradecida con Dios por la vida de mi pequeño.

No me queda más que implorar por la tranquilidad de los padres de Cucu y desear con todas mis fuerzas que el amor de Dios logre consolar sus corazones.

La teoría dice que los hijos enterraremos a los padres, pero que sucede cuando son los padres los que entierran a un hijo, no quiero ni imaginarlo.


Q.E.D.D.G. “Duchy”

[Life is wonderful - Jason Mraz]