Unos ojos ajenos

Su cuerpo formado de barro, tan alto como la pluma que descansa inclinada en la mano de un escritor, sus labios tan frescos como la mitad de su edad y sus ojos como un mundo lleno de tentación.

Esa mirada, enloquecida mirada, me pierde, me lleva a otro mundo, me hace nadar en agua cristalina, me hace reír, reír y sonreír; soy bella a su lado y su mirada me habla del placer que sería estar más cerca de él, me mira y acaricia mis pensamientos con sus pestañas que abren y cierran sus más preciados tesoros encerrados.

Soy tonta e ingenua cuando estoy a su lado, me divierto y disfruto, de su presencia, es bello, es bello, él es irremediablemente bello, pero existe una muralla profunda en el centro de nuestra dignidad, quienes negaran el sonido de los pasos que nos pudiera llevar a acercamos más, en donde el sonido de nuestros pasos tendrán resistencia, llenos de yacimientos estando en el medio de un oriente, un oriente que no tiene un norte claro.

En mi espalda un movimiento quebrado, un sueño que es interrumpido, millones de frases que van cayendo sobre mi cuerpo y ahora soy sólo una sombra, en que he mudado, temblorosa he sido, teniendo que contenerme, destruyendo mis tristezas en el fuego.

Cierro los ojos, respiro, la vida me habita solamente por un instante sincero, en donde él me es ajeno, hoy duermo sola, él duerme con alguien que no soy yo.